La Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados de Defensa (DARPA) viene desarrollando un plan de cuatro años para construir un sofisticado estimulador de la memoria, como parte de una iniciativa de 100 millones de dólares emprendida por el presidente Barack Obama para profundizar la comprensión del cerebro humano.
La ciencia nunca antes había intentado tal cosa y el tema eleva numerosas interrogantes éticas, como por ejemplo si la mente humana puede ser manipulada con el fin de mantener a raya heridas de guerra o para controlar el envejecimiento del cerebro.
Según el DARPA, con este proyecto podrían beneficiarse millones de personas que sufren de mal de Alzheimer en el mundo, así como los cerca de 300 mil soldados estadounidenses que sufrieron heridas cerebrales graves en Irak y Afganistán.
Lo que los científicos en esta área son capaces de hacer por el momento es ayudar a reducir los temblores de las personas con mal de Parkinson, controlar las convulsiones de los epilépticos y mejorar la memoria de algunos pacientes de Alzheimer a través de un proceso llamado estimulación cerebral.
Este dispositivo estará inspirado en el prototipo de los marcapasos de los pacientes cardíacos, que envían acompasadamente electricidad al cerebro, pero no funcionan igual en todos los enfermos.
Pero frente a los posibles efectos positivos que pueda tener este proyecto, han surgido también cuestiones éticas que no dejan de ser importantes.
«El costo de alterar la mente es que corres el riesgo de perder tu identidad. Esa es la nueva clase de peligros que estamos enfrentando», comentó Arthur Caplan, médico especializado en ética en el centro médico de la Universidad Langone de Nueva York. Además, recalcó también que la posibilidad de que sea factible borrar memorias o inocular nuevos recuerdos en los soldados puede hacer que los militares sean más violentos, menos escrupulosos e incluso motivar crímenes de guerra.
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