Mientras escribía este artículo se me vino a la mente un video que hace unos días me enviaron: Anna Coleman, la mujer que creó prótesis faciales para los sobrevivientes de la Primera Guerra Mundial.

Su trabajo como escultora pasó a tener una relevancia diferente a la que ella esperaba. Su arte ayudó a reconstruir los rostros de los soldados que quedaban desfigurados. Nuestra amiga Anna, natural de Estados Unidos se mudó a Europa en la Primera Guerra Mundial y es así como participó de este proyecto: prótesis personalizadas para los rostros de la guerra.

Anna fue una pionera, y hoy más de 100 años después, a través de máquinas especializadas se puede replicar la piel humana para ayudar a las personas.

https://www.youtube.com/watch?v=2J1V-fLUSUk

Más de 100 años después de Anna Coleman

En la Universidad de Toronto (paper en el link) se elaboró un prototipo de máquina que es capaz de crear piel artificial para ayudar a mejorar el tratamiento y cura de heridas de una manera más acelerada.  Esta ‘piel artificial’ tiene como misión proteger la superficie cutánea y evitar infecciones.

Como dispensador de cinta, esta máquina expulsa un gel con células vivas directamente sobre la superficie a tratar. Esta cinta – gel viene en cartuchos y se puede modificar según la necesidad del paciente.

Lamentablemente el cultivo de las células está aún en fases iniciales por lo que el procedimiento puede aletargarse. También es evidente que este es un primer paso para toda la ingeniería de la salud que se avecina. Falta un largo camino por recorrer para estandarizar este proceso.

Cuanto faltará para ver algo de esta tecnología en Latinoamérica, si sabes de un proyecto similar, escríbeme y lo difundiremos 🙂 



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