La genética y la tecnología, la ética y la ambición, el bien y el mal; palabras que por sí solas no significarían nada, pero que muy pronto pueden verse enfrentadas en un dilema propio de resultados que pueden causar increíbles beneficios, pero a la vez desastrosas implicaciones.

No es algo nuevo que existan organismos modificados genéticamente, pero nuestra mirada no será la misma cuando hablamos de humanos modificados genéticamente. Es que esto sí es posible y la habilidad de modificar la genética ha avanzado muchísimo en estos años, incluso llegando al punto de cambiar la parte más íntima de un ser vivo.

La biotecnología definitivamente es la llave que abre la puerta necesaria para eliminar los riesgos de padecer enfermedades en el futuro y atacarlas de una forma mucho más eficaz, o al menos es lo que pretende hacer. El fin es de esta evolución técnica es eliminar el riesgo a padecer enfermedades en un futuro, o lo que es lo mismo, hacernos inmunes a ellas antes de nacer.

Según la Organización Mundial de la Salud cada año mueren 16 millones de personas por enfermedades que podrían prevenirse. En la actualidad estamos en el borde de poder reducir drásticamente estas cifras modificando la información interna de nuestro cuerpo gracias a los biohackers, una especie de desarrolladores de software pero que trabajan con sistemas vivos para mejorarlos, dejando en el pasado la posibilidad de desarrollar un cáncer o contraer el VIH.

La biotecnología no solo se centra en eliminar el riesgo de padecer enfermedades, sino de atacarlas de una forma mucho más eficaz utilizando como herramientas la próxima generación de dispositivos, sensores o chips que se integrarán dentro de nuestros propios cuerpos en no más de un par de años. Herramientas diminutas, del tamaño de un grano de arroz que nos informen en tiempo real de nuestro ritmo cardíaco o nivel de glucosa en sangre, incluso capaces de secretar un medicamento de forma automática cuando sea necesario.

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Como se ha mencionado antes, la biotecnología no pretende crear súper niños, ni elegir que nuestros hijos tengan ojos azules, o sean altos, entre otras características. Pretende eliminar patologías hereditarias que podrían ser, potencialmente, curadas para siempre aunque también nos daría el poder de descartar un ser humano y concebirlo a nuestro gusto. Aquí surgen los conflictos morales y éticos en esta práctica. La pregunta es: ¿Hasta dónde podemos llegar? ¿Estamos preparados para tener en nuestras manos tanta responsabilidad?

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